Yo vivía en la oscuridad. Y la verdad,
no me quejaba, o al menos no muy alto. Tenía un vago recuerdo de que
el mundo no solo estaba hecho en tonos grises oscuros, envuelto en
bruma negra... pero nunca iba mas allá de ese recuerdo. Tal vez si
lo hubiese intentado con más ganas, hubiese rememorado formas y
colores que hubo una vez en mi vida. Y tal vez hubiese querido hacer
algo para recuperarlos.
Pero yo vivía en la oscuridad, y
aunque no era agradable, era mejor lo mejor que tenía. O al menos
eso pensaba, pues si me movía, si echaba a andar, sin rumbo fijo,
por supuesto, me perdía. No hay puntos de referencia cuando no
puedes ver nada. Entonces me encontraba con un sentimiento que me
atenazaba las piernas, que no me dejaba respirar... hasta que
comprendía, o me convencía, de que no estaba perdido. Si todo el
mundo que conoces es igual, si no hay diferencia ninguna... es que no
me había perdido. Seguía en el mismo sitio. Entonces me calmaba,
volvía a tumbarme y a seguir en mi duermevela eterna.
Fueron pocos los paseos que dí, y
siempre se repetía la misma historia: sentir dolor, creerme perdido,
tener miedo... y dejarme caer al suelo convencido de que seguía en
mi hogar, en mi oscuridad. Que no merecía la pena buscar otra cosa.
Muy de vez en cuando volvía a intentar moverme, descubrir algo
nuevo, tal vez una salida, quizá guiado por aquel sentimiento
enterrado bajo toneladas de niebla (pues la niebla allí parecía
tener peso) que decía que no siempre había sido todo negro.
Y siempre, cada vez, terminaba con mi
cuerpo desmadejado en el suelo y resignado a vivir en la oscuridad.
Hasta que un día... o una noche, quien
podría asegurarlo, vi algo diferente. No podía dejar de mirarlo
mientras le daba vueltas a la cabeza buscándole un nombre, pues de
alguna manera sabía que lo conocía, que lo había visto antes...
Era LUZ. Si, esa era la palabra.
Delante de mi, un punto de luz brillaba con timidez, pero sin
descanso. No sabía decir si era pequeño y estaba cerca o era grande
y estaba lejos, y su brillo me llegaba atenuado por tener que
traspasar capas y capas de nubes, bruma y oscuridad.
Entonces me levanté; todos mis huesos
crujieron y todos mis músculos se quejaron. Demasiado tiempo en la
misma postura. Y con mi cerebro igual. Estaba oxidado y le costaba
funcionar pero... tenía que encontrar ese punto de luz.
Y empecé a caminar, con la vista fija
en aquel brillo. Mis piernas dolían, mis pulmones no recordaban como
respirar, pero yo seguía andando. Intentaba apartar con las manos la
niebla delante de mi, con la esperanza de hacer mas grande esa luz,
de destaparla, pero no lo conseguía. Y seguía andando, y me caía
muerto de cansancio y miedo, pero seguía a gatas, hasta que me
encontraba algo mejor y volvía a levantarme y volvía a caerme y
caminaba a cuatro patas, me arrastraba, lloraba, gritaba, el punto de
luz quería llegar a el no importaba mi cuerpo ni mi mente ni el
dolor ni el miedo la luz la luz era lo importante apartaba bruma con
las manos se deslizaba entre los dedos no conseguía nada pero la luz
debía llegar a la luz seguir caminando un pie primero luego otro
dolor y el oxigeno parecía desvanecerse pero la luz seguía delante
de mi y yo debía llegar a el apartar la oscuridad estaba harto de
oscuridad maldecía la oscuridad el punto de luz seguía delante de
mis ojos yo continuaba caminando aunque costaba y dolía y la verdad
es que costaba y dolía demasiado pero no hacía caso solo quería la
luz tenerla entre mis manos sentir calor poder verme a mi mismo como
era realmente y ver lo que la luz podía iluminar y ver las formas y
los colores que recordaba vagamente y por eso caminaba sin descansar
a veces con lágrimas en los ojos por el dolor y el miedo y entonces
por esas lágrimas la luz se convertía en mas luces y era bello y yo
seguía caminando y la luz poco a poco se hizo mas grande y me
parecía que la niebla se aclaraba pero no podía asegurarlo porque
solo miraba la luz brillante bella diferente era lo único a lo que
prestaba atención aunque sabía que mi cuerpo y mi mente querían
gritar de dolor no importaban la luz era lo que importaba y era cada
vez un poco mas grande yo caminaba o me arrastraba porque quería
llegar a la luz...
Y por fin, después de mucho caminar,
la tuve delante de mi. Pero no podía acercarme más... había
encontrado el Sol. Había conseguido salir de la oscuridad. Me sentía
libre y sabía que a mi alrededor había formas y colores, las cosas
que estaban guardadas en mi memoria. Las veía por el rabillo del ojo
y me sentía feliz por estar otra vez con ellas y quería mirarlas,
pero estaba demasiado absorto mirando al Sol, la luz que había
perseguido. Ahora la tenía frente a mi, y ya no podía acercarme
mas. Y seguí mirándola fijamente...
Hasta que su resplandor me dejó ciego.
Entonces me maldije por no haber
apartado mi mirada a tiempo y no haber disfrutado de las formas y los
colores que me estaban esperando. Ahora me doy cuenta de que lo que
el Sol iluminaba era lo que había estado persiguiendo en realidad.
La luz solo me marcó el camino. Pero me acabó cegando.